jueves, 18 de agosto de 2011

1885, 13 de octubre BRUSELAS

A MARTHA BERNAYS
13 - X – 1885
Bruselas era maravillosamente hermosa, una enorme ciudad con espléndidos edificios. A juzgar por sus nombres, los habitantes son en su mayoría flamencos, y en su mayor parte entienden algo de alemán. En tres horas y media, sin el auxilio de un guía, descubrí los principales lugares de interés para visitar. En primer lugar la opulenta Bolsa de Comercio y la Municipalidad, esta última muy por encima de la de Viena.

Vista actual de la Bolsa de comercio 
 
Vista actual de la municipalidad
Uno advierte que la ciudad tiene una historia, cosa que falta en Viena. Numerosas estatuas que realmente pertenecieron a los viejos tiempos, inscripciones e imágenes alrededor de las casas. Atravesé caminando toda la ciudad, pasando del Boulevard du Nord al Boul. du Sud, y desviándome en todo momento en cuanto advertía alguna cosa hermosa. Pero los verdaderos descubrimientos los hice cuando me vi en lo alto de una escarpada colina, en que había una construcción tan maciza y con columnas tan magníficas como solamente uno puede imaginarse que debe haber tenido un Palacio Real asirio, o como las que uno encuentra en las ilustra­ciones de Doré. Lo tomé realmente por el Palacio Real, especialmente al ver surgir en su cima una cúpula de forma de corona. Pero no había allí ni un solo guarda, ni vestigio alguno de vida, y el edificio evidentemente no estaba terminado de cons­truir. Sobre el portal se veía un león sosteniendo los Diez Mandamientos. Era el Palacio de Justicia, y desde la cima de la colina se podía abarcar el más grandioso panorama de la ciudad que yacía allá abajo...
Palacio de Justicia, Bruselas

Palacio de Justicia, Bruselas

Siguiendo un poco más allá pronto llegué a la Rue Royale, y desde allí los hallazgos se siguieron uno tras otro: el más hermoso de todos era el monumento a Egmont y Horn. Frente a una vieja iglesia hay una Place de forma oval: rodeada de una baranda de hierro labrado, en la que se velan las más hermosas flores de hierro, separadas por columnas con representaciones de todas las clases sociales. Adentro había un jardín, un pequeño estanque, y en el extremo más amplio se erguían los dos héroes, uno de ellos abrazando al otro y señalando cierto lugar. Creo que es en ese lugar donde fueron decapitados.
Monumento a Egmont y Horn

Monumento a Egmont y Horn

Un poco más lejos me encontré con un hombre vestido como un cruzado, montado en un corcel y enarbolando una bandera. Cuando lo observé más de cerca resultó ser Godofredo de Bouillon, primer Rey de Jerusalén después de la primera Cruzada.
Monumento a Godofredo de Bouillon, Bruselas
Monumento a Godofredo de Bouillon, Bruselas 




Me sentía muy complacido de verme en tan buena compañía, pero entre tanto me vino mucha hambre. Tomé en el café más cercano el déjeuner, que me costó dos francos, y con esto tenía que contentarme hasta llegar a París. Después de eso descubrí las columnas del Congreso y una serie de palacios, cada uno de los cuales, sucesivamente tomé por el Palacio Real. El anuncio de una granja ofrecida en alquiler en Waterloo me hizo una peculiar impresión.

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